Luis
XIV, “el Rey Sol”, (1638 – 1715), estandarte de la monarquía absolutista, llevó
a Francia a una de sus épocas más gloriosas.
Lógicamente,
no todo fueron días de “miel y rosas” ya que durante varios años estuvo
sufriendo “en silencio las hemorroides”, para ser más exactos y precisos una
“fístula anal“. Parece ser que debía sufrir problemas de estreñimiento crónico
que derivaron en una fístula anal con sus correspondientes dolores e
irritabilidad al evacuar. Siguió varios tratamientos, propios de la época, que
no hicieron otra cosa que empeorar su real culo. Hasta que llegó un momento que
la situación era insostenible y le ordenó a su médico personal, Charles Félix
de Tassy, un remedio definitivo. Éste decidió que la única solución era una
intervención quirúrgica… pero nunca lo había hecho antes. Así que, decidió
experimentar con “otros” pacientes. Después de varias intervenciones, y algún
que otro contratiempo con los “voluntarios”, decidió que ya estaba preparado.
1686, el rey adoptaba una posición nada real y Charles se ponía manos a la obra.
La intervención fue todo un éxito y después de unos meses de recuperación, el
Rey Sol aparecía montado en su caballo. La curación del rey fue motivo de
alegría para todo el pueblo y uno de los mejores músicos de la época, Jean
Baptiste Lully francés de origen italiano, decidió componer la canción/himno
“Grand Dieu sauve le Roi” (Gran Dios salve al Rey. Más tarde, llegaría a
convertirse en el himno de la monarquía hasta la revolución francesa y,
posterior, guillotinamiento de Luis XVI (el último Luis).

En
1714, G. F. Handel estaba de visita en Francia donde “Grand Dieu sauve le Roi”
era el “número uno en la lista de éxitos de la época” y se quedó con aquella
pegadiza música. El 1 de agosto es nombrado rey de Inglaterra Jorge I (de la
casa Hanover) y Handel, que ya había sido músico de cámara del príncipe Jorge
en Hanover, se traslada definitivamente a Londres donde verán la luz sus
mejores composiciones. Dándole vueltas a aquella música que había escuchado en
Francia, y haciéndole algún arreglo, se la ofreció a Jorge I como propia y
terminó por convertirse en “God save the Queen” , o “God save de the King”, el
actual himno británico y de otros territorios de Commonwealth.
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