Se puede dar en cualquier parte del universo, aunque todavía no se sabe ni cuándo ni cómo empezó, reconoce el investigador del ICE.
Los ladrillos primigenios que formaron la Tierra eran materiales similares a ciertos asteroides. Además, observaciones realizadas en algunos meteoritos han revelado que existió una época en que el agua fluyó por su interior y, en presencia de metal y de ciertos minerales, catalizó compuestos complejos, como aminoácidos o bases nitrogenadas. Todo ello, unido a la cantidad de exoplanetas que comienzan a desvelarse y a los patrones químicos similares encontrados en otros entornos de la Vía Láctea o de otras galaxias, hace pensar a los científicos que la vida no puede ser ni mucho menos un patrimonio único de la Tierra. De todo ello habla el astrofísico Josep María Trigo, del Instituto de Ciencias del Espacio (ICE, CSIC-IEEC), en su reciente libro, “Las raíces cósmicas de la vida”. Enrique Sacristán/SINC/T21.
Los
asteroides y cometas pueden haber desempeñado un papel esencial en la difusión
por el universo de los elementos esenciales para la vida, una fuerza que surge
del cosmos, de las estrellas. Esta es la propuesta del astrofísico Josep María
Trigo, del Instituto de Ciencias del Espacio (ICE, CSIC-IEEC) (UAB, 2012),
recientemente presentado.
¿Qué
evidencias científicas hay para pensar que objetos primitivos, como cometas y
asteroides, pudieron traer la materia que compone la vida?
Los
ladrillos primigenios que formaron la Tierra eran materiales similares a
ciertos asteroides de enstatita, un silicato formado a altas temperaturas, en
las proximidades del Sol y en práctica ausencia de oxígeno o agua. Los
meteoritos de estos asteroides encontrados en la Tierra, denominados condritas
de enstatita, poseen los cocientes de isótopos de oxígeno más parecidos a las
rocas terrestres.
Al
principio, la Tierra nació de una amalgama pobre en agua, materia orgánica y
otros compuestos volátiles, pero un cataclismo a escala del sistema planetario
cambió su destino.
Hace entre
3.900 y 3.800 millones de años, se produjo el denominado ‘gran bombardeo
tardío’, un pico de impactos en la Tierra y la Luna por la dispersión de
millones de cuerpos helados que provocó la migración de Júpiter y Saturno hacia
el Sol. Se han encontrado múltiples firmas químicas comunes en materiales
lunares y terrestres de aquel periodo de enriquecimiento químico.
¿La
composición química es la que nos da la pista?
Así es,
tanto de las abundancias químicas elementales como de los isótopos (mismo
elemento con distinto número de neutrones). El año pasado, se descubrió que el
cometa 103P/Hartley 2 posee agua con un cociente isotópico idéntico al
terrestre y abre la posibilidad a que ocurra lo mismo en otros del cinturón de
Kuiper o la región externa del cinturón principal, entre Marte y Júpiter.
Además, los
gases que emanan del manto terrestre poseen unas anomalías químicas
inequívocamente asociadas a una acreción (crecimiento por adición) de objetos
de naturaleza condrítica.
En el libro
dedica especial atención a las condritas carbonáceas. ¿Cuál es su importancia
astrobiológica?
Se trata de
un tipo de meteoritos que conforman los materiales constitutivos de los asteroides
más pequeños e inalterados que conocemos.
También
contienen agua abundante absorbida en minerales hidratados y materia orgánica
formando la matriz que compacta sus componentes minerales. Algunas condritas
carbonáceas pueden haber formado parte de cometas evolucionados (procesados por
colisiones con otros objetos y por continuos retornos próximos al Sol).
En un
sentido más amplio, las condritas son auténticas rocas sedimentarias, que
contienen unas esférulas vítreas o cóndrulos que les dan nombre. Estas
esférulas se produjeron por el súbito calentamiento de partículas arracimadas
–constituidas por minerales de tamaño nanométrico– en el llamado disco
protoplanetario, hace unos 4.565 millones de años, mucho antes de originarse
los planetas del sistema solar.
¿Su equipo
está analizando alguna de estas rocas?
Por su
interés y relevancia científica, en el ICE estamos analizando en primicia
condritas carbonáceas primitivas llegadas de la colección antártica de la NASA.
De una de
ellas, la denominada PCA91467, pensamos que hemos descubierto a su cuerpo
progenitor. De momento no podemos adelantar nada, pero en el European Planetary
Science Congress, que en septiembre se celebrará en Madrid, anunciaremos
diversos descubrimientos relacionados con estas condritas.
¿Qué nos
cuentan estos meteoritos sobre el agua y la materia orgánica?
Las
observaciones de minerales hidratados y compuestos orgánicos solubles en
condritas carbonáceas nos informan que existió una época en que el agua fluyó
por su interior y, en presencia de metal y de ciertos minerales, catalizó
compuestos complejos como aminoácidos o bases nitrogenadas.
Investigadores
del Arizona State University, por ejemplo, han encontrado aminoácidos en
algunos grupos de condritas carbonáceas con ‘sobreabundancias’ de isómeros
levógiros (se orientan hacia la izquierda, frente a los dextrógiros que lo
hacen a la derecha), justo como los que emplean los seres vivos en la Tierra.
Se trata de
una nueva sospecha de que las condiciones físicas ocurridas en la nebulosa
solar o más tarde en el interior de estos objetos pudieron ‘dirigir’ algunos
acontecimientos esenciales para el origen de la vida en la Tierra.
Pero una
cosa es que en el espacio y en los meteoritos haya compuestos orgánicos y otra
que surja algo tan complejo como la vida. ¿Seguimos sin tener ni idea de cómo y
dónde se produjo el gran salto?
Lo que acabo
de comentar sobre las condritas podría ser una pista que conviene seguir para
comprender si ese salto fue rápido o gradual, aunque desde luego queda un
camino enorme por recorrer.
Respecto a
dónde ocurrió, la mayoría de los científicos pensamos que, frente a la cantidad
de exoplanetas que comienzan a desvelarse y los patrones químicos similares en
otros entornos de la Vía Láctea o de otras galaxias, la vida no puede ser ni
mucho menos un patrimonio único de la Tierra.
Si, por
ejemplo, se descubriera en Marte, o en las prometedoras lunas de los planetas
gigantes como Europa o Titán, podríamos afirmar que se puede dar en cualquier
parte del universo.
Josep María Trigo, investigador del ICE y autor del libro "Las raíces cósmicas de la vida". Imagen: Robert Ramos. Fuente: SINC.
En cualquier
caso, es verdad que todavía no sabemos ni cuándo ni cómo empezó la vida, aunque
futuras misiones de exploración a cuerpos primitivos, como OSIRIS-REx de la
NASA o Rosetta y Marco Polo-R de la la Agencia Espacial Europea (ESA), pueden
ayudar a encontrar las respuestas.
Usted está
implicado en la misión Marco Polo-R, ¿en qué consiste?
Esta misión
plantea el retorno de muestras recogidas en un asteroide próximo a la Tierra
(NEO) de naturaleza carbonácea y binario denominado ‘1996 FG3’.
Recuperando
in situ muestras de estos objetos evitamos que los materiales sufran la
alteración por choque que experimentan buena parte de los meteoritos que caen a
la Tierra. En la actualidad la ESA está evaluando la misión y a principio de
2013 deberá tomar una decisión.
El 16 y 17
de enero de 2013 el ICE y el Institut d’Estudis Catalans organizan en Barcelona
el congreso titulado Implicaciones astrobiológicas y cosmoquímicas del retorno
de muestras de un primitivo asteroide por la misión Marco Polo-R para explicar
todos los detalles.
Si ahora no
se promueve esta iniciativa desde Europa, estaremos en clara desventaja frente
a otras agencias espaciales en el estudio de materiales extraterrestres. Es
especialmente importante la creación de salas limpias con instrumentos de
última generación para analizar las muestras que traigan las futuras misiones de
otros objetos, o incluso desde Marte.
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